miércoles, 6 de agosto de 2025

El Atajo de la Ruina

Hijo mío, si los pecadores quieren engañarte, no vayas con ellos. … Pero aquellos acechan su propia vida y acabarán por destruirse a sí mismos. Así terminan los que van tras ganancias mal adquiridas; por estas perderán la vida. Proverbios 1:10, 18-19

El brillo del smartphone de Davi era más un tormento que una distracción. Cada deslizamiento por el feed era un recordatorio de su fracaso. Amigos de la universidad exhibiendo sus coches nuevos, viajes al extranjero, apartamentos comprados. Mientras tanto, él compartía un estudio con un compañero y el estado de cuenta de su préstamo estudiantil parecía un número de teléfono.

“Dios, solo necesito una oportunidad”, susurró al techo mohoso. Era un buen programador, inteligente, dedicado. Pero el mercado estaba saturado y su sueldo apenas cubría las cuentas.

La “oportunidad” apareció en la forma de Fábio, un antiguo compañero de la universidad que siempre parecía tenerlo todo fácil. Fábio lo invitó a un café en un barrio lujoso, hablando con la confianza de quien ya había “triunfado en la vida”.

“Davi, olvida ese empleo mediocre tuyo”, dijo Fábio, gesticulando con un reloj caro en la muñeca. “Estoy en un nuevo proyecto. Algo grande. Una aplicación de inversiones que usa un algoritmo… digamos, ‘diferenciado’. La rentabilidad es absurda”.

Los ojos de Davi brillaron.

“¿Qué tipo de algoritmo?”

Fábio sonrió, una sonrisa que no llegaba a sus ojos.

“Ahí es donde entras tú. Necesitamos a alguien con tu talento para hacer unos ‘ajustes finos’ en la plataforma. Nada ilegal, por supuesto. Es solo una forma de… anticipar tendencias del mercado. Un atajo”.

Abrió la galería de fotos en su móvil, mostrando coches, fiestas en yates, un apartamento con una vista deslumbrante.

“Ven con nosotros, Davi. En seis meses, saldas tu deuda. En un año, estás viviendo en un lugar de estos. ¡Lo tendremos todo!”.

Las palabras de Fábio eran como música. Un canto de sirena que prometía ahogar todas sus preocupaciones financieras. La invitación era para una segunda reunión, para conocer a “los otros socios”.

Davi se fue a casa con la cabeza dándole vueltas. La propuesta era demasiado tentadora. Ese dinero lo resolvería todo. Podría finalmente ayudar a sus padres, tener una vida digna, dejar de sentirse como un fracasado. “Nada ilegal, por supuesto”, la frase de Fábio resonaba, pero con un tono falso que su conciencia no podía ignorar.

El domingo, fue a la pequeña iglesia a la que asistía desde niño. El pastor, un hombre sencillo, predicaba justamente sobre el libro de Proverbios.

“El camino ancho que parece bueno a los ojos”, decía él, “a menudo lleva a una trampa. La codicia susurra que mereces más, que lo mereces ahora, que lo mereces fácil. Pero la sabiduría sabe que la cosecha apresurada suele ser amarga”.

Cada palabra era una flecha en el corazón de Davi. Se vio en una encrucijada. Por un lado, el camino de Fábio: ancho, pavimentado con promesas de riqueza instantánea. Por el otro, el camino que conocía: angosto, empinado, pero con la paz de una conciencia limpia.

Durante la semana, la presión de Fábio aumentó. Mensajes. Llamadas. “¿Y qué, vas a seguir contando monedas para siempre?”.

La noche de la reunión acordada, Davi se vistió, con el corazón martilleándole en el pecho. Miró su reflejo en el espejo. Vio el cansancio en sus ojos, la ansiedad surcando su frente. Y entonces, recordó el versículo que el pastor había citado: “Tal es el camino de todos los codiciosos; quien así procede, a sí mismo se destruye”.

Él no estaría solo programando. Se estaría volviendo cómplice. Estaría construyendo su éxito sobre el perjuicio de otros. Estaría tendiendo una trampa para su propia alma.

Con dedos temblorosos, cogió el móvil y escribió un mensaje a Fábio: “Te agradezco la oportunidad, pero estoy fuera. Esto no es para mí”.

La respuesta fue inmediata, llena de escarnio: “Tú eliges, idiota. Sigue siendo pobre”.

Davi respiró hondo, sintiendo un alivio inmenso, como si le hubieran quitado un peso de los hombros. Quizás no tendría el apartamento con la vista deslumbrante, pero tendría noches de sueño tranquilo. Se había protegido de aquel camino.

Meses después, un escándalo financiero acaparó los titulares. Una aplicación de inversiones era, en realidad, un sofisticado esquema piramidal que había estafado a miles de personas. Las fotos de “los socios” siendo arrestados fueron divulgadas. Entre ellas, el rostro pálido y conmocionado de Fábio.

Davi miró la noticia en la pantalla del ordenador en su humilde estudio. No sintió alegría por la desgracia ajena, sino una profunda y serena gratitud. Entendió que la verdadera riqueza no estaba en los bienes que se acumulan, sino en los problemas que se evitan. Había sido seducido, pero no consintió. Y, esa noche, su almohada nunca le pareció tan suave.

(Hecho con IA)

lunes, 4 de agosto de 2025

Falta de Biblia

El mundo cristiano está muy dividido,

Todas las divisiones tienen un claro motivo.

La Biblia, los fieles ya no quieren leer,

Prefieren creer en lo que se oye y se ve.


En muchas doctrinas falsas están creyendo,

No observan si con la Biblia están concordando.

Piensan que toda persona habla de parte de Dios,

Y que todo lo que dicen fue Dios quien lo dio.


Por eso el cristianismo está tan dividido,

El “practicante” nunca lee su sagrado libro.

Esta falta compromiso hace la mentira se propagar,

Y de la verdad de Dios, cada uno se va a desviar.


Los cristianos necesitan prestar atención a la teología,

Pues con ella, entenderán mejor la Biblia.

También necesitan leerla todos los días,

Y aplicarla como un manual en sus vidas.


Solo así, las personas se van a liberar,

En falsas doctrinas, ya no van a acreditar.

Solo las verdades de Dios, van a practicar,

Así, el cristianismo nuevamente se reformará.


Será una reforma parecida a la antigua,

Dejando las palabras de la gente y creyendo en la Biblia.

Al foco original, el cristianismo irá a regresar,

Las palabras de Jesús, todo el pueblo leerá.


Este poema es parte del libro Poesía Cristiana volumen VI.

viernes, 1 de agosto de 2025

La maravilla de la creación

Toda la creación de Dios es tan maravillosa,

Todo lo que Él hizo tiene una función provechosa.

La naturaleza, con todas sus particularidades,

Solo pudo ser creada por una gran genialidad.


Son detalles imposibles de ser reconstruidos,

Son las estructuras vitales de todos los seres vivos.

Ni todo el conocimiento humano podría crear,

Solo el Dios Todopoderoso para todo diseñar.


En el diseño, Dios esboza su gran perfección,

Mostrando al ser humano la naturaleza de su corazón.

El Señor tiene un corazón muy amoroso,

Creando un mundo perfecto para su pueblo.


En aquel mundo vacío, algunos humanos, colocó,

Pronto aquel pueblo se multiplicó.

Y el ser humano comenzó a explorar la tierra,

Usando el agua, las montañas y la hierba.


El ser humano vio que su actividad era lucrativa,

Y decidió que, con eso, se ganaría la vida.

Siguió explorando lo que Dios dejó,

Con la renovación de la tierra, no se preocupó.


Por causa de la avaricia, el mundo está condenado,

Todos los recursos naturales serán agotados.

El ser humano destruyó el mundo perfecto del Creador,

Acabando con un gran proyecto de amor.


Este poema es parte del libro Poesía Cristiana volumen VII.

miércoles, 30 de julio de 2025

El Collar de Mi Madre

Hijo mío, escucha las correcciones de tu padre y no abandones las enseñanzas de tu madre. Adornarán tu cabeza como una diadema; adornarán tu cuello como un collar. Proverbios 1:8-9

La noche antes de que Mariana se mudara a la capital del estado, su madre, Lucia, se sentó al borde de la cama, en medio de cajas de cartón y maletas abiertas. No traía un regalo caro, solo una pequeña y gastada caja de terciopelo. Dentro, un sencillo collar de perlas, el mismo que Lucía había usado en su propia boda.

“Esto no es una joya, hija”, dijo Lucía, con la voz entrecortada. “Es un recordatorio”.

Y entonces, como había hecho toda su vida, destiló su sabiduría en frases cortas, casi telegráficas.

“Sé la primera en sonreír. Un corazón agradecido no tiene espacio para la envidia. Y lo más importante: nunca te olvides de hablar con Dios, aunque solo sea para decir ‘gracias’”.

A su lado, su padre, Roberto, añadió con su voz grave y serena:

“Mariana, el mundo te ofrecerá muchos atajos. Recuerda que el camino correcto rara vez es el más fácil. El trabajo honesto y una conciencia limpia son la mejor almohada”.

Mariana abrazó a sus padres, sintiendo una mezcla de emoción y pavor. Amaba la sencillez de ellos, pero, en el fondo, sentía que sus consejos eran… insuficientes. Eran para un pueblo pequeño, para una vida que estaba dejando atrás. En la capital, en la agencia de publicidad donde sería becaria, la jerga era otra: networking, disrupción, KPIs, competencia feroz. Un “corazón agradecido” no pagaría su alquiler.

Las primeras semanas fueron un torbellino. Su apartamento era un cubículo con vistas a una pared de ladrillos. El trabajo era implacable. Su jefa, Verônica, una mujer elegante y cortante, parecía sentir un placer sádico en menospreciar el trabajo de los novatos.

“¿Esto es lo mejor que tienes?” decía, arrojando la presentación de Mariana de vuelta sobre la mesa. “Esto es de aficionado”.

Una noche, durante un happy hour, Mariana escuchó el consejo de sus colegas más experimentados.

“El secreto aquí es hacerte ver”, dijo uno de ellos. “No importa si la idea es tuya, lo que importa es quién la presenta en la reunión. Y, claro, tienes que saber el último chisme de todo el mundo. La información es poder”.

Esa era la “enseñanza” de su nuevo mundo. Mariana, sintiendo la presión por encajar, comenzó a participar. Se rio de un chiste sobre un colega que había sido despedido, guardó silencio cuando Verônica humilló a otra becaria, y empezó a ver a sus colegas no como personas, sino como peldaños u obstáculos. Los consejos de sus padres parecían un dialecto olvidado de una tierra lejana. El collar de perlas permanecía guardado en el fondo del cajón.

La oportunidad de usar el “atajo” llegó rápidamente. Mariana tuvo una idea brillante para la campaña de un nuevo cliente. Trabajó en ella durante el fin de semana. El lunes, antes de que pudiera presentarla, escuchó a su colega, Ricardo, explicando su idea a Verônica, con pequeñas alteraciones. La había visto en su ordenador.

Un veneno helado le subió por la espina dorsal. La primera reacción fue la rabia, el deseo de exponerlo, de entrar en el juego sucio. Luchar con las mismas armas. Pero, mientras su mente formulaba las palabras de acusación, la voz de su padre resonó en su memoria: “El trabajo honesto y una conciencia limpia son la mejor almohada”.

No dijo nada. Vio, con el corazón encogido, cómo Ricardo se llevaba el mérito. Esa noche no pudo dormir. La almohada parecía llena de piedras.

A la mañana siguiente, exhausta, se sentía derrotada. En el metro abarrotado, todos parecían grises, extenuados. Y entonces, recordó la voz de su madre: “Sé la primera en sonreír”. Era un pensamiento absurdo, ridículo. Pero, movida por un impulso que no comprendía, miró a una anciana apretada a su lado y sonrió. Una sonrisa pequeña, cansada. La señora, sorprendida, le devolvió la sonrisa, y por un instante, el vagón pareció menos opresivo.

Fue una pequeña rendija de luz. Al llegar a la oficina, en lugar de sentarse en su escritorio a rumiar la injusticia, fue a la cocina y preparó un café. Le llevó una taza a la joven becaria que había sido humillada el día anterior.

“Tu trabajo de ayer era bueno”, dijo Mariana, simplemente. La chica la miró con los ojos llenos de lágrimas y gratitud.

Mariana no lo sabía, pero Verônica, la jefa, observaba la escena desde la puerta de su despacho.

Ese día, Mariana no se centró en la traición de Ricardo. Se centró en hacer su trabajo con la excelencia que su padre le había enseñado. Al final de la jornada, cuando se preparaba para irse, Verônica la llamó.

“Tu idea para la campaña era muy buena, Mariana”, dijo ella, sin rodeos. “Sé que era tuya. Ricardo no tiene esa capacidad”.

Mariana se quedó en silencio, sorprendida.

“Lo que hiciste hoy”, continuó Verônica, “llevándole café a Letícia, sonriendo… eso no es común aquí. El talento es fácil de encontrar. El carácter es raro. Mañana, trabajarás directamente conmigo en este proyecto. Quiero ver qué más tienes”.

Al llegar a casa, Mariana abrió el cajón. Cogió la pequeña caja de terciopelo y sacó el collar. Las perlas estaban frías al tacto, pero cuando se las puso en el cuello, sintió un calor que parecía emanar desde dentro.

Se miró en el espejo. Los consejos de sus padres no eran grilletes, ni un peso. Eran, de hecho, lo más hermoso que poseía. No eran solo palabras, sino una diadema invisible de gracia que la protegía, y un collar que le daba una dignidad que ningún puesto en la empresa podría ofrecer jamás. Eran la sabiduría que la diferenciaba, que la hacía valiosa no solo como profesional, sino como persona. Y, por primera vez en mucho tiempo, se sintió verdaderamente en casa.

(Hecho con IA)

lunes, 28 de julio de 2025

La imagen

Un día una persona encontró una imagen,

Y dijo que aquella figura tenía un mensaje.

Fue dicho que era un mensaje del Señor,

Y que todos debían adorar lo que ella encontró.


Así, muchos santos van siendo proclamados,

De todos los tipos, desde los simples hasta los adornados.

A todos ellos se les atribuye algún tipo de poder,

Dicen que aquellas imágenes algo pueden hacer.


Esa doctrina es apenas una forma de distracción,

Sacando a las personas de la verdadera adoración.

Llevándolas a hacer aquello que es condenado,

Haciendo lo que Dios definió como pecado.


Cuando alguien cuestiona tal tradición,

Las personas dicen que es parte de su religión,

Y que no hay ningún motivo para reprensión.

Ellas no saben que practican gran abominación.


Con ese pensamiento, muchos se están perdiendo,

La verdad dicha por Dios, no la están entendiendo.

¡Dios dijo que solamente Él es digno de adoración!

¡Solamente del Señor Dios debe ser el corazón!


Y aquel que haga cualquier cosa diferente de eso,

No tendrá parte en su reino con Jesucristo.

En lo profundo y terrible infierno será lanzado,

Donde pagará eternamente por sus pecados.


Este poema es parte del libro Poesía Cristiana volumen VII.

viernes, 25 de julio de 2025

Luchas

Habrá días en que grandes luchas se van a levantar,

Serán luchas duras y difíciles que tendremos que enfrentar.

Son luchas que muchas veces serán capaces de desanimar,

Son luchas pesadas que pueden hasta hacernos llorar.


El llanto es nuestro grito de desesperación pidiendo ayuda,

El llanto indica que ya no aguantamos más aquella lucha.

Llorar no indica que somos débiles ni cobardes,

Llorar indica que somos humanos y somos frágiles.


En el medio de la desesperación, recibimos una luz en nuestras vidas,

Recibimos una llama de la esperanza que predice mejoras.

Esta esperanza se llama Jesús, ¡aquel que es maravilloso!

Solo Jesús viene hacia nosotros y seca el llanto.


Jesús viene para darnos la mano que nos levanta,

Independiente de la situación que estamos enfrentando, Él ayudará.

Un nuevo camino de paz, alegría y victorias, Jesús nos va a mostrar,

Por todo este nuevo camino, Jesús nos va a acompañar,

Y si alguna nueva lucha viene, Él estará a nuestro lado para ayudar.


Este poema es parte del libro La vida a través de las palabras.

miércoles, 23 de julio de 2025

El Principio de Todo

 

El temor del Señor es el principio del conocimiento; los necios desprecian la sabiduría y la disciplina. Proverbios 1:7

El Dr. Arnaldo Peixoto, Ph.D., miraba la pila de libros sobre su escritorio y no sentía nada más que un profundo y hueco cansancio. Los lomos ostentaban su nombre en letras doradas: “Paradojas del Poder”, “La Deconstrucción del Mito”, “Sociología de la Crisis Posmoderna”. Era una eminencia en su campo, un intelectual célebre cuyas conferencias llenaban auditorios. Su mente era un palacio de teorías complejas y citas eruditas, pero su corazón era una habitación vacía.

El problema no estaba en los libros. Estaba en el mensaje de audio que vibraba en su bolsillo, el décimo que ignoraba ese día. Era de su esposa, Helena. Su voz, una mezcla de súplica y agotamiento, decía lo mismo de siempre: “Él todavía no ha vuelto a casa y no me contesta. Voy a orar”.

Lucas, su hijo. Veinte años, un futuro brillante por delante, pero un alma que parecía correr hacia el abismo. Las notas cayendo en picado en la universidad, las compañías dudosas, el olor a alcohol en la ropa. Arnaldo ya lo había intentado todo. Usó la lógica, la psicología, la intimidación, el soborno. Argumentó con la elocuencia de un polemista y trazó estrategias como un general. Y fracasó. Miserablemente.

“Rezar”, murmuró para sí mismo, con un desprecio que intentaba enmascarar su impotencia. “Externalizar la responsabilidad a una entidad cósmica”. Para él, la fe de Helena era un adorable pero inútil mecanismo de afrontamiento. El conocimiento era poder, y él, el Dr. Arnaldo, era un hombre de vasto conocimiento. ¿Cómo podía no tener poder sobre la vida de su propio hijo?

Esa noche, salió de la universidad más tarde de lo habitual. El campus estaba silencioso, casi espectral, bajo la luz amarillenta de las farolas. Al pasar por el pabellón de humanidades, escuchó el familiar chirrido del carro de la limpieza. Era el señor Afonso, el conserje nocturno, un hombre de piel arrugada por el sol y manos curtidas por la vida.

“Buenas noches, profesor. Un día largo, ¿eh?” dijo Afonso, con una sonrisa sencilla, deteniéndose de pasar el trapo por el suelo.

Arnaldo solo asintió con la cabeza, queriendo seguir su camino. Pero algo en la mirada tranquila de aquel hombre lo desarmó.

“Demasiado largos, señor Afonso. E inútiles”, respondió, la amargura escapándose sin filtro.

Afonso se apoyó en el mango de la mopa. “Inútil es una palabra fuerte, doctor. Usted que enseña tantas cosas importantes”.

“¿De qué sirve entender las crisis de la sociedad si no puedo resolver la crisis dentro de mi propia casa?” la confesión saltó de los labios de Arnaldo antes de que pudiera contenerla.

El conserje no ofreció un consejo barato ni una frase de cajón. Solo miró el suelo pulido y luego el rostro angustiado del profesor.

“Sabe, doctor”, dijo él, con voz baja y serena. “Hay mucho conocimiento bueno en los libros. Pero, a veces, el conocimiento que más necesitamos no está en la cabeza. Está en las rodillas”.

La frase, tan simple, golpeó a Arnaldo como una herejía. Un aforismo simplista de un hombre sin instrucción. Agradeció con un seco asentimiento y apuró el paso hacia el estacionamiento. Pero las palabras de Afonso lo siguieron.

“Está en las rodillas”.

En casa, el silencio era una acusación. Entró en la habitación de Lucas. La cama intacta, el olor a ropa sucia. Sobre el escritorio, un portarretratos con una foto antigua: él y un Lucas de siete años, sonriendo, el día en que le enseñó a andar en bicicleta. Recordó la alegría, la confianza del niño en su mano que lo sujetaba.

¿Dónde estaba esa confianza ahora? ¿Dónde estaba su mano?

Su palacio de conocimiento se derrumbó. No sabía qué hacer. No había teoría, no había cita, no había libro que pudiera darle la respuesta. Era un necio. Un necio con un doctorado que despreciaba la única enseñanza que quizás importaba.

Cayendo al lado de la cama de su hijo, el Dr. Arnaldo Peixoto, por primera vez en su vida adulta, se arrodilló. No hubo elocuencia en su oración. Solo una palabra, repetida como el mantra de un hombre que se ahoga: “Ayuda”.

No hubo un rayo de luz, ni una voz audible. Pero, en aquel suelo frío, en aquel acto de rendición total, sintió algo nuevo. El comienzo de algo. No era la solución al problema de su hijo. Era el desmantelamiento de su propio orgullo. Era el principio del conocimiento.

(Hecho con IA)

Presentación

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Dios bendiga a todos. He creado este blog con la intención de publicar mis poemas inspirados por Dios a través de su Espíritu Santo, que act...