Al principio, no tenía ninguna obediencia,
Para cambiar, hubo mucha lucha y persistencia.
Al comienzo, tu voluntad no quise aceptar,
Elegía mis propios caminos para andar.
Pensaba que, así, mi vida iba a mejorar.
Tu camino parecía ser tan estrecho,
Sentía que no pasaría con mi estilo.
Mi estilo es ser libre y sin obligación,
En nada serio jamás até mi corazón.
La sumisión me parecía una humillación.
No entendía cómo tanta gente te seguía,
Personas que te buscaban todos los días.
Para ellos, no había ningún tipo de barrera,
Si era preciso, oraban una noche entera.
En mi mente, todo eso era una tontería.
¿Obedecer a alguien que ni siquiera estoy viendo?
¿Creer en la palabra que un libro está prometiendo?
Mirándolo desde mi lógica, parecía una inutilidad,
No lograba creer que todo aquello era la verdad.
Nunca me acostumbraría a ese tipo de realidad.
En el momento más elevado de mi incredulidad,
El Señor me mostró la maravilla de su verdad.
El Dios Todopoderoso me mostró su gran amor,
Fue conversión a primera vista, entendí que Él me salvó.
Durante mucho tiempo, Dios ya estaba en mi camino,
Él nunca me había dejado caminar solo.
Por más distante de Él que yo pudiera estar,
El Señor estaba conmigo para del mal, me salvar.
Un día, este gran amor, finalmente, lo comprendí,
Un cambio definitivo en mi vida, decidí.
A partir de ese momento, con Dios iba a andar,
Y de sus caminos, nunca más, me iba a apartar.
Este poema es parte del libro Poesía Cristiana volumen VII.
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