jueves, 23 de enero de 2025

María y Elisabet

María nunca pidió ser adorada,

Ella solo cumplió la misión que le fue dada.

María llevó al Hijo del Dios Vivo,

Fue la escogida para ser la madre de Cristo.


Dios escogió a María, para Él exaltarse,

Demostrando el milagro que iba a operar.

Cumpliendo lo que fue dicho antes como profecía,

Que, de una virgen, el Salvador vendría.


Casi al mismo tiempo, otro milagro sucedió,

La prima de María, Elisabet, también concibió.

Ese embarazo fue decretado por el Señor,

Nacería Juan Bautista, el gran predicador.


En dos mujeres, el Señor hizo el milagro,

Las dos reconocieron su poder y bondad.

Incluso siendo tan ricamente bendecidas,

Ninguna de ellas pedía ser engrandecida.


Ellas siempre supieron que eran un instrumento,

Y para ellas no se haría ningún monumento.

Su enfoque era hacer la voluntad del Señor,

Educando y criando humanamente al Salvador.


En el tiempo cierto, los dos niños nacieron,

Con sus madres, ambos crecieron.

Jesús y Juan Bautista sabían de su misión,

Traer a este mundo una nueva conversión.


Las madres de los dos no fueron más citadas,

Siendo entendido que no fueran adoradas.

Ellas cumplieron su papel delante del Señor,

Y le dieron a Dios toda la alabanza por su favor.


Este poema es parte del libro Poesía Cristiana volumen VII.

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