viernes, 28 de noviembre de 2025

Dios es bueno

El Señor Dios está listo para perdonar,

La persona necesita arrepentirse e invocarlo.

Él perdona porque es el Dios maravilloso,

El único Dios Vivo, fuerte y poderoso.


Para que Él perdone, se necesita arrepentimiento,

La persona cambiará de vida y entrará en un nuevo tiempo.

Su pasado ya no importará,

El mejor tiempo de su vida comenzará.


Este poema es parte del libro Poesía Cristiana volumen VII.

miércoles, 26 de noviembre de 2025

La Herencia del Honor

No envidies a los violentos, ni optes por andar en sus caminos … La maldición del Señor cae sobre la casa del malvado; su bendición, sobre el hogar de los justos … Los sabios son dignos de honra, pero los necios solo merecen deshonra. Proverbios 3:31, 33, 35

En el barrio humilde donde crecieron, Bruno era el “hombre violento” que todos envidiaban. No en el sentido de violencia física, sino en la agresividad con la que tomaba lo que quería de la vida. Era el rey de los “chanchullos”, de los negocios turbios, de la intimidación. Despreciaba a los humildes y se burlaba de quienes, como su amigo de la infancia, Lucas, todavía creían en “trabajar duro y ser honesto”.

“Lucas, eres un chiste”, decía Bruno, presumiendo su coche nuevo, adquirido con dinero de dudosa procedencia. “Mientras tú sudas para ganar una miseria, yo hago lo mismo en una noche. Tu Dios no te está ayudando mucho, ¿verdad?”.

Lucas, que trabajaba como carpintero en un pequeño taller, sentía el aguijón de la envidia. Era difícil no codiciar la vida de Bruno. La ropa de marca, las fiestas, la aparente facilidad con la que todo llegaba a sus manos. Pero Lucas se aferraba al “secreto” que su padre, un hombre sencillo y justo, le enseñó: la paz de una conciencia limpia y la confianza silenciosa en que Dios honra a los sinceros.

La “bendición” en la casa de Lucas era sutil, casi invisible para el mundo. Era el olor a pan casero que su esposa, Ana, horneaba. Era la forma en que la luz del sol entraba por la ventana de la sala, iluminando los muebles de madera que él mismo había hecho. Era la risa de sus hijos, que crecían en un hogar donde la honestidad no era una opción, sino el aire mismo que respiraban.

La “maldición” en la casa de Bruno era igualmente sutil, pero corrosiva. A pesar de la fachada de lujo, el lugar era frío, silencioso. Las discusiones con su novia eran constantes. Sus “socios” eran hombres peligrosos a los que temía y despreciaba en la misma medida. No dormía bien, sobresaltándose con cada sirena que oía en la calle. La casa del impío era un palacio embrujado por la desconfianza.

El tiempo, el gran revelador de todas las cosas, comenzó a mostrar la verdad.

Lucas, con su reputación de artesano honesto y detallista, empezó a recibir encargos de clientes importantes. Su pequeño taller creció. Se hizo conocido no por su riqueza, sino por su honor. La gente no solo compraba sus muebles; buscaba su consejo. Se convirtió en un pilar en su comunidad, un hombre cuya palabra tenía peso.

La caída de Bruno fue tan rápida como su ascenso. Uno de sus “chanchullos” salió mal. Traicionado por uno de sus propios socios, lo perdió todo. Le quitaron el coche, vaciaron la casa. El hombre que se burlaba de todos se convirtió en el blanco de las burlas. La vergüenza fue su única compañía.

Cierta mañana, Lucas estaba abriendo su taller, ahora mucho más grande y mejor equipado, cuando vio una figura encogida al otro lado de la calle. Era Bruno. Delgado, abatido, vistiendo ropas gastadas.

Lucas cruzó la calle. No había triunfo en su mirada, solo una antigua compasión. “¿Bruno?”, lo llamó.

Bruno levantó la vista, esperando el escarnio que él mismo había repartido durante tanto tiempo.

“¿Viniste a reírte de mí, Lucas? El ‘justo’ ganó”.

“Yo no gané nada”, dijo Lucas, sentándose a su lado en el bordillo. “Yo solo… construí mi casa en un terreno diferente al tuyo”. Hizo una pausa. “Necesito un ayudante en el taller. El trabajo es pesado y el sueldo es honesto”.

Bruno lo miró, incrédulo. La gracia, que siempre había considerado una debilidad, se le ofrecía en el momento de su mayor humillación.

Ese día, mientras aprendía a lijar un trozo de madera en bruto bajo la guía paciente de Lucas, Bruno comenzó a entender. Los sabios no heredan dinero o poder. Heredan honor. Y la vergüenza que sentía no era el final de su historia, sino quizás, solo quizás, el comienzo de su viaje hacia un nuevo camino, donde la bendición no estaba en la fachada de la casa, sino en los cimientos del corazón.

(Hecho con IA)

Este cuento es parte de mi libro Sabiduría Diaria

https://books2read.com/u/bpPxxE

lunes, 24 de noviembre de 2025

Verdad perdida

¿Dónde están los creyentes como los bereanos?

¿Dónde están aquellos que prueban lo que están predicando?

¿Dónde están los que leen la palabra del Señor?

¿Dónde están los que solo aceptan lo que Dios habló?


Los cristianos teológicos están desapareciendo,

Y la verdadera iglesia está muriendo.

La iglesia que se preocupaba por el Señor,

Está siendo sustituida por lo que el ser humano inventó.


La Biblia ya no se toma en consideración,

Vale más la palabra del hermano “lleno de la unción”.

Las palabras de los profetas fueron “ajustadas”,

¡Las profecías y enseñanzas ya no valen nada!


El descrédito de la Palabra es culpa de los ciegos seguidores,

Personas que no leen y solo creen en los pastores.

Son falsos “sabios” cegados por su propia doctrina,

Ninguno de ellos tiene la verdadera Palabra de vida.


La verdadera Palabra es la cruz de Cristo, la gracia y la salvación,

La maravillosa gracia de Dios que nos lleva a la reconciliación.

La verdadera Palabra es el arrepentimiento verdadero y sincero,

Andar temiendo a Dios y siendo siempre correcto.


La verdadera Palabra es oír y todo analizar,

Investigando si en esa palabra podemos confiar.

Solo así, estaremos actuando de manera correcta,

Probando si toda predicación está o no cierta.


Este poema es parte del libro Poesía Cristiana volumen VII.

viernes, 21 de noviembre de 2025

Vivir el futuro y el presente

Seguimos nuestras vidas muy seguros acerca de lo que va a acontecer,

Elaboramos muchos planes creyendo que todos vamos a hacer.

Vivimos imaginando nuestro futuro y todas las cosas que traerá,

Estamos deseosos de que todos los sueños se puedan realizar.


Algunas veces el deseo de vivir el futuro es mayor que el presente,

Estamos muy seguros de que este será mejor que actualmente.

Estamos tan concentrados en eso que dejamos de vivir el ahora,

Dejamos todo para después, privándonos y nunca llega la hora.


Pero viene un momento en que despiértanos a la vida,

Algo ocurre y percibimos que debemos vivir bien a cada día.

Entendemos que no existe certeza sobre lo que va a acontecer,

Estamos sujetos a muchas cosas todo día y nada podemos hacer.


No podemos esperar un futuro que no sabemos si va a llegar,

Tenemos que vivir el día actual, y todo lo posible debemos aprovechar.

Hoy y ahora son los únicos momentos que estamos seguros de vivir,

Mañana puede ser tarde de más, en el próximo segundo podemos morir.


Este poema es parte del libro La vida a través de las palabras.

miércoles, 19 de noviembre de 2025

El Vecino del 302

No niegues un favor a quien te lo pida si en tu mano está el otorgarlo. Nunca digas a tu prójimo: “Vuelve más tarde; te ayudaré mañana”, si hoy tienes con qué ayudarlo. No urdas el mal contra tu prójimo, contra el que ha puesto en ti su confianza. No entres en pleito con nadie que no te haya hecho ningún daño. Proverbios 3:27-30

En el condominio “Morada de las Flores”, Ricardo, el residente del 401, era un hombre de cercas. Su puerta estaba siempre cerrada con llave, su rostro siempre serio, y su filosofía era simple: “Cada uno a lo suyo”. Él era la personificación del “no me pidas nada”.

Su vecino de abajo, Davi, del 302, era lo opuesto. Su puerta estaba frecuentemente abierta, de donde se escapaba el olor a café y el sonido de la risa de sus hijos. Davi vivía con un sentido de comunidad que Ricardo consideraba ingenuo y peligroso.

La diferencia entre ellos era visible en las pequeñas cosas.

Una tarde, Doña Elvira, una viuda anciana del segundo piso, llamó a la puerta de Ricardo.

“Hijo mío”, dijo ella, con voz temblorosa, “mi bombona de gas se acabó en medio del almuerzo. ¿Podría usted prestarme la suya de repuesto? El repartidor del gas tardará un poco”.

Ricardo, que tenía una bombona extra en el lavadero, sintió la inconveniencia.

“Ah, Doña Elvira… ¿el repartidor ya no viene? Tenga un poco de paciencia”, dijo él, cerrando la puerta con amabilidad, pero con firmeza. Tenía la solución, pero la negó.

Desolada, Doña Elvira bajó un piso y llamó a la puerta de Davi. Al escuchar la historia, Davi no dudó.

“¡Claro, Doña Elvira! Espere un minuto”. Tomó su bombona de repuesto, subió con ella y la instaló, rechazando cualquier pago. Tenía la capacidad de hacer el bien, y lo hizo. Inmediatamente.

Semanas después, Ricardo comenzó a planear una reforma en su apartamento. Su vecino del 402, un joven músico llamado Léo, vivía en el apartamento de al lado. Ricardo sabía que la obra haría un ruido infernal, pero en lugar de hablar con Léo para acordar los mejores horarios, planeó el mal.

“Voy a empezar a demoler el sábado a las ocho de la mañana. Es mi derecho”, pensó, anticipando el enfrentamiento. No buscaba la paz, sino el conflicto velado.

Mientras tanto, Davi enfrentaba un problema similar. El árbol de su balcón había crecido y sus ramas estaban invadiendo la ventana del vecino del 301. En lugar de esperar una queja, fue a la puerta del vecino.

“Amigo, he visto que mis ramas te están molestando. Voy a llamar a alguien para que las pode este fin de semana. ¿Hay algún horario que te venga mejor?”.

El vecino, sorprendido por la amabilidad, sonrió.

“Para nada, Davi. No te preocupes. Pero ya que sacas el tema, el sábado por la tarde sería genial”.

No hubo pelea, no hubo confusión sin motivo, solo respeto.

El clímax silencioso de la vida de los dos vecinos llegó durante una crisis. Una fuerte granizada azotó la ciudad, rompiendo ventanas y dañando tejados. El coche de Ricardo, aparcado en la calle, terminó con el parabrisas destrozado. Desesperado, llamó a su seguro, solo para escuchar que la demanda era enorme y que una grúa tardaría horas, quizás días.

Mientras miraba desolado el coche, vio a Davi acercándose con una lona de plástico gruesa en las manos.

“Ricardo, vi lo que pasó”, dijo Davi, sin ningún tono de acusación. “Esto no lo va a resolver, pero al menos protege el interior del coche de la lluvia hasta que llegue la asistencia”.

Ricardo se quedó sin palabras. Él, que nunca ofrecía nada, que planeaba el mal contra sus vecinos, que escondía soluciones, estaba ahora recibiendo ayuda del hombre que consideraba un tonto.

“Yo… no sé cómo agradecértelo, Davi”, balbuceó.

Davi sonrió, una sonrisa genuina. “No hace falta. Somos vecinos. Nos ayudamos”. Y con esa simple frase, no solo cubrió el coche de Ricardo; cubrió su vergüenza y le enseñó, sin una sola palabra de sermón, sobre el poder de la generosidad, de la lealtad y de la paz. Ese día, Ricardo comenzó a entender que la verdadera seguridad no estaba en cerrar las puertas con llave, sino en saber que, en una tormenta, habría alguien dispuesto a abrirlas para ti.

(Hecho con IA)

Este cuento es parte de mi libro Sabiduría Diaria

https://books2read.com/u/bpPxxE

lunes, 17 de noviembre de 2025

Naturaleza y vida en peligro

La naturaleza siempre se muestra de forma bella y exuberante,

Son plantas, animales, ambientes, todo siempre está deslumbrante.

Miramos todo y percibimos como Dios se ha manifestado en la creación,

Vemos que todo es ordenado, todo es bueno, todo muestra su perfección.


Infelizmente, la gente no puede ver la naturaleza y respetarla,

Hacen todo lo que está a su alcance para explorarla.

Utilizan toda su inteligencia y todo lo que es posible, desean retirar,

Actúan con total falta de respeto y cambian todo de su lugar.


Todos los días animales son muertos y arrestados, florestas son destruidas,

No hay el mínimo de compasión por los seres vivos y por sus vidas.

La única cosa que importa es extraer, vender y a toda costa, lucrar,

No existe ninguna preocupación acerca de donde aquello va a impactar.


Los impactos de la destrucción ya están siendo sentidos por toda la población,

Calor, sequías, enfermedades, muertes, todo por culpa de la gran devastación.

La naturaleza muestra que las acciones humanas tienen impactos profundos,

Impactos que no afectan solo al sitio destruido, impactan a todo el mundo.


Lo más triste es saber que aquellos que deberían ayudar a preservar,

Nada hacen, utilizan su poder para nuevas destrucciones autorizar.

Sus ojos están cerrados con el dinero que proviene de la exploración,

Y no pueden ver que condenan a la humanidad a la extinción.


Este poema es parte del libro La vida a través de las palabras.

viernes, 14 de noviembre de 2025

Regresando a Dios

Usted dice que no tiene tiempo para Dios.

Dice que está demasiado ocupado,

Poco a poco, no habla más con el Señor.

El Padre está siendo dejado de lado.


Usted no más se dedica a la oración,

No pone las rodillas en el piso.

Piensa solamente en su diversión.

Para Dios, usted ha endurecido su corazón.


Un día, la ayuda de Dios, usted va a buscar.

En el día que un problema te alcanzar.

Cuando la desesperación empezar,

Para el trueno de Dios, usted apelará.


El Señor es Dios de misericordia y amor.

Que siempre está atento a su clamor.

Con Él, usted se va a reconciliar,

Confiese su fe en Jesucristo,

Y como hijo, Él te aceptará.


Regrese a los brazos amorosos del Padre.

Y no vuelva al mundo nuevamente.

Para que, en Dios, usted tenga felicidad.

Es necesario dar a Él tu fidelidad.


Este poema es parte del libro Poesía Cristiana volumen II.

miércoles, 12 de noviembre de 2025

El Paso Firme

Hijo mío, conserva el buen juicio; no pierdas de vista la discreción. Podrás recorrer tranquilo tu camino, y tus pies no tropezarán. Al acostarte, no tendrás temor alguno; te acostarás y dormirás tranquilo. No temerás ningún desastre repentino, ni la desgracia que sobreviene a los impíos. Porque el Señor estará siempre a tu lado y te librará de caer en la trampa. Proverbios 3:21, 23-26

La noticia cayó como una bomba en la reunión matutina: “TecnoSoluciones” iba a hacer un recorte masivo. El treinta por ciento del equipo sería desvinculado para el final de la semana. Inmediatamente, una ola de pavor barrió la oficina. Conversaciones susurradas llenaban los pasillos, y el sonido de los teclados fue reemplazado por el silencio ansioso de quienes actualizan su currículum a escondidas.

En medio del pánico generalizado, la calma de Daniel era casi desconcertante. Mientras sus compañeros se desesperaban, él continuó su trabajo con la misma diligencia de siempre. No era ingenuo; sabía que su nombre podría estar en la lista. Tenía una esposa, un hijo pequeño y una hipoteca. La posibilidad de perder el empleo era, objetivamente, aterradora.

“¿Cómo puedes estar tan tranquilo?”, le preguntó su compañero, Flávio, durante el almuerzo. “Llevo dos noches sin dormir. Mi cabeza no para de pensar en lo peor”.

Daniel tomó un sorbo de su jugo.

“No estoy tranquilo, Flávio. Estoy confiado. Hay una diferencia”.

Para Daniel, la “verdadera sensatez y el buen equilibrio” no eran solo conceptos religiosos, sino la base de su vida. Eran los principios que nunca perdía de vista, sin importar la circunstancia. No vivía derrochando, sino que había construido una pequeña reserva de emergencia a lo largo de los años. No basaba su valor en su cargo, sino en su carácter. No depositaba su seguridad final en su credencial de la empresa, sino en su fe en Dios.

Años antes, había pasado por una crisis de ansiedad tan severa que lo llevó al hospital. Fue en esa época cuando su pastor le dijo algo que cambió su vida: “Daniel, no puedes controlar las tormentas que vienen de fuera. Pero puedes fortalecer el ancla que está dentro. La sabiduría de Dios es esa ancla”.

A partir de ese día, comenzó a “guardar” esos principios. Aprendió a vivir un peldaño por debajo de sus posibilidades, a ser generoso, a no endeudarse por estatus, a encontrar alegría en las cosas simples. Se estaba, sin saberlo, preparando para el “pavor repentino”.

El viernes, salió la lista de despidos. El nombre de Daniel estaba en ella.

Flávio, que se quedó, lo buscó, desolado.

“Tío, lo siento mucho. Es una injusticia”.

Daniel respiró hondo. La noticia dolía, claro. Pero no lo quebró. “Está todo bien, Flávio. Todo va a estar bien”.

Mientras vaciaba su escritorio, guardando sus cosas en una caja de cartón, sentía las miradas de lástima de sus compañeros. Pero no se sentía como una víctima.

Esa noche, al llegar a casa, abrazó a su esposa, Carla. Le contó la noticia. Ella lo abrazó con fuerza.

“Vamos a superar esto juntos”, dijo ella. “El Señor está con nosotros”.

Se acostó en la cama, con el fantasma de las facturas rondando su mente. El miedo intentó instalarse. Pero entonces, recordó lo que había construido. Una reserva financiera que les daría unos meses de respiro. Una red de contactos profesionales basada en el respeto, no en el politiqueo. Y, lo más importante, una fe que no era un amuleto para evitar problemas, sino una fortaleza para enfrentarlos.

Su confianza no residía en la ausencia de problemas, sino en la certeza de que no caería en ninguna trampa ni quedaría atrapado. No estaba desamparado.

Se durmió rápidamente, un sueño profundo y sin ensoñaciones. La promesa del proverbio se cumplió no en la prevención de la crisis, sino en la paz que sintió en medio de ella. Mientras muchos de sus excompañeros, incluso los que se quedaron, pasarían la noche en vela, temiendo el futuro, Daniel dormía. Su camino se había vuelto incierto, pero su paso interior permanecía firme, pues su confianza estaba anclada en una sabiduría que ninguna crisis corporativa podía sacudir.

(Hecho con IA)

Este cuento es parte de mi libro Sabiduría Diaria

https://books2read.com/u/bpPxxE

lunes, 10 de noviembre de 2025

Divisiones

¿Cómo podemos ser miembros de Cristo,

Si al observar la iglesia, todo está dividido?

Entre los hermanos, no hay unión.

Haciendo a la novia de Cristo estar en división.

Parece que hay una competición.


Competen para ser aquel que más almas va a ganar.

Parece el mensaje de Cristo.

Pero en realidad, ellos se quieren glorificar.

Para la gente, ellos se quieren mostrar.


Muchos no gustan de ese proceder.

Y las comuniones se empiezan a disolver.

Poco a poco, cosas son dichas.

Y la gente no permanece unida.


Esta división es lo que Satanás quiere hacer.

La estabilidad del cuerpo de Cristo se va a comprometer.

Así, la vida de muchos, él va a tocar,

Pues aquellos que deberían evangelizar,

Entre ellos, empezaron a pelear.

Olvidando las almas que tienen que salvar.


Por favor, evangelistas, ¡paren con eso!

No hagan más conflictos.

Pues somos miembros del Señor Jesucristo.

El Santo Evangelio, tenemos que anunciar,

Para que muchos perdidos se puedan salvar.


Este poema es parte del libro Poesía Cristiana volumen II.

viernes, 7 de noviembre de 2025

La prisión de las mujeres

Unas mujeres viven en una prisión,

Es una prisión que está en el corazón.

Eso es el resultado de toda su vida,

Es el resultado de lo que ella aprendió todos los días.

 

Ella aprendió que debe callarse y no hablar,

Y sus ideas, ella no las debe mostrar.

Por todos los lados, eso ha sido enseñado,

Muchas crecieron con ese pensamiento equivocado.

 

Todas esas ideas son muy diseminadas,

Pero ante el Señor, están equivocadas.

La mujer es importante y debe ser valorada,

Todas sus ideas deben ser consideradas.

 

La historia de la Biblia tiene muchas mujeres importantes,

Algunas de ellas fueron más valientes que los hombres.

No fue aleatorio ni en vano el registro de sus acciones,

Dios usó cada una para inspirar a las futuras generaciones.


Este poema es parte del libro Poesía Cristiana volumen V.

Vea el libro:

https://books2read.com/u/4NDwz9

miércoles, 5 de noviembre de 2025

La Firma en las Estrellas

Con sabiduría afirmó el Señor la tierra, con inteligencia estableció los cielos. Por su conocimiento se separaron las aguas y las nubes dejaron caer su rocío. Proverbios 3:19-20

La Dra. Helena Neves vivía con los ojos puestos en los cielos. Como astrofísica, su trabajo era descifrar los secretos del cosmos. En su laboratorio, rodeada de telescopios de última generación y pantallas que exhibían galaxias distantes, buscaba la gran Teoría del Todo: una única y elegante ecuación que explicara el universo.

Para ella, el universo era un mecanismo de precisión impresionante, pero accidental. Una consecuencia de leyes físicas y azar cósmico. La idea de un “Fundador”, de una “Sabiduría” detrás de todo, era, para ella, una hipótesis poética que la ciencia ya había superado. Buscaba la inteligencia que preparó los cielos, pero creía que esa inteligencia era el propio conjunto de leyes matemáticas, no una Mente detrás de ellas.

Su padre, un botánico jubilado que vivía en el campo, representaba lo opuesto a su visión del mundo. Él encontraba lo divino no en cuásares distantes, sino en el rocío que se formaba sobre el pétalo de una rosa al amanecer.

“Buscas una firma grandiosa en las estrellas, hija mía”, le dijo en una de sus raras visitas. “Pero el Artista firma Su obra en todas partes, desde los abismos del océano hasta el ciclo de la lluvia”.

Helena sonreía con afecto, pero con un toque de condescendencia. Era la visión simple de un hombre que estudiaba plantas, no la compleja búsqueda de quien estudiaba el origen del tiempo y del espacio.

La crisis de Helena no fue causada por un agujero negro, sino por un pequeño trozo de papel. Un análisis médico. El diagnóstico era incierto, una anomalía en sus células que los médicos no lograban clasificar. De repente, la mujer que mapeaba el universo se vio perdida dentro del territorio desconocido de su propio cuerpo.

La incertidumbre la carcomía. La precisión matemática que regía su vida profesional no le ofrecía consuelo. Por primera vez, la vastedad del universo no le parecía magnífica, sino aterradoramente fría e indiferente.

Un fin de semana, buscando refugio, volvió a casa de su padre. Se sentía exhausta, frágil. A la mañana siguiente, antes de que saliera el sol, su padre la despertó.

“Ven a ver algo”, dijo, con la emoción de un niño.

La llevó a su jardín. La hierba estaba cubierta por un velo plateado de rocío. Cada hoja, cada telaraña, estaba adornada con minúsculas gotas de agua que brillaban como diamantes bajo la primera luz.

“Mira, Helena”, dijo el padre, con voz baja. “Las nubes han destilado el rocío. Un proceso que puedes explicar con la física de la condensación. Pero yo lo veo como un regalo. Una prueba de que, incluso después de la noche más oscura, la mañana siempre llega con refrigerio. Es el conocimiento de Dios en acción, cuidando de las cosas pequeñas”.

Helena miró aquella belleza silenciosa. Ella, que pasaba las noches escudriñando la violencia de estrellas colapsando a miles de millones de años luz de distancia, nunca se había detenido a ver realmente la maravilla delicada que ocurría en su propio patio.

“El mismo Dios”, continuó su padre, “cuya sabiduría fundó la tierra y estableció las leyes que tanto estudias, es el mismo cuyo conocimiento garantiza que el rocío se forme. Su firma no está solo en el tamaño, sino también en el detalle. En la precisión de una órbita galáctica y en la perfección de una gota de agua”.

En ese momento, en medio de la sencillez del jardín, la búsqueda de Helena cambió. Se dio cuenta de que había pasado toda la vida leyendo un libro magnífico, maravillada con la complejidad de la gramática y la estructura de las frases, pero negándose a admitir que había un Autor.

El viaje de su enfermedad sería largo, pero ya no estaba sola en la inmensidad fría del cosmos. Comenzó a ver la misma Mano que estableció los cielos cuidando de las minucias de su vida. La sabiduría no era una ecuación por descubrir, sino un Artista por conocer. Y Su firma, finalmente entendió, estaba en todo, desde la majestad de las estrellas hasta la promesa silenciosa del rocío de la mañana.

(Hecho con IA)

Este cuento es parte de mi libro Sabiduría Diaria

https://books2read.com/u/bpPxxE

lunes, 3 de noviembre de 2025

La amenaza de Senaquerib

En el reinado de Ezequías, el pueblo de Judá fue desafiado,

El rey asirio Senaquerib vino a enfrentarlo.

Él dijo que el pueblo no se iba a salvar,

Y a los reyes de Asiria, nadie podría enfrentar.

 

El rey dijo que, en Ezequías, ellos no podrían confiar,

Dijo que su dedicación a Dios no iba a funcionar.

Pues los dioses de todos los pueblos fueron derrumbados,

Y el pueblo y el Dios de Israel serían desolados.

 

Los enviados del rey fueron al profeta Isaías,

Ellos pidieron que Dios ayudara al pueblo y a Ezequías.

Ellos clamaron para Dios salvarlos,

Y que Dios entrase en la batalla para ayudarlos.

 

Ezequías confió plenamente en el Señor,

De las misericordias de Dios, el pueblo no dudó.

Ellos sabían que el Señor era más grande que todo,

Dios podría derrumbar a cualquier reino del mundo.

 

Contra el ejército asirio, el ángel de Dios fue enviado,

Todo aquel ejército fue completamente exterminado.

Senaquerib regresó a su tierra y fue asesinado,

Debido a su provocación a Dios, él fue condenado.


Este poema es parte del libro Poesía Cristiana volumen V.

Vea el libro:

https://books2read.com/u/4NDwz9

Presentación

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Dios bendiga a todos. He creado este blog con la intención de publicar mis poemas inspirados por Dios a través de su Espíritu Santo, que act...