
No niegues un favor a quien te lo pida si en tu mano está el otorgarlo. Nunca digas a tu prójimo: “Vuelve más tarde; te ayudaré mañana”, si hoy tienes con qué ayudarlo. No urdas el mal contra tu prójimo, contra el que ha puesto en ti su confianza. No entres en pleito con nadie que no te haya hecho ningún daño. Proverbios 3:27-30
En el condominio “Morada de las Flores”, Ricardo, el residente del 401, era un hombre de cercas. Su puerta estaba siempre cerrada con llave, su rostro siempre serio, y su filosofía era simple: “Cada uno a lo suyo”. Él era la personificación del “no me pidas nada”.
Su vecino de abajo, Davi, del 302, era lo opuesto. Su puerta estaba frecuentemente abierta, de donde se escapaba el olor a café y el sonido de la risa de sus hijos. Davi vivía con un sentido de comunidad que Ricardo consideraba ingenuo y peligroso.
La diferencia entre ellos era visible en las pequeñas cosas.
Una tarde, Doña Elvira, una viuda anciana del segundo piso, llamó a la puerta de Ricardo.
“Hijo mío”, dijo ella, con voz temblorosa, “mi bombona de gas se acabó en medio del almuerzo. ¿Podría usted prestarme la suya de repuesto? El repartidor del gas tardará un poco”.
Ricardo, que tenía una bombona extra en el lavadero, sintió la inconveniencia.
“Ah, Doña Elvira… ¿el repartidor ya no viene? Tenga un poco de paciencia”, dijo él, cerrando la puerta con amabilidad, pero con firmeza. Tenía la solución, pero la negó.
Desolada, Doña Elvira bajó un piso y llamó a la puerta de Davi. Al escuchar la historia, Davi no dudó.
“¡Claro, Doña Elvira! Espere un minuto”. Tomó su bombona de repuesto, subió con ella y la instaló, rechazando cualquier pago. Tenía la capacidad de hacer el bien, y lo hizo. Inmediatamente.
Semanas después, Ricardo comenzó a planear una reforma en su apartamento. Su vecino del 402, un joven músico llamado Léo, vivía en el apartamento de al lado. Ricardo sabía que la obra haría un ruido infernal, pero en lugar de hablar con Léo para acordar los mejores horarios, planeó el mal.
“Voy a empezar a demoler el sábado a las ocho de la mañana. Es mi derecho”, pensó, anticipando el enfrentamiento. No buscaba la paz, sino el conflicto velado.
Mientras tanto, Davi enfrentaba un problema similar. El árbol de su balcón había crecido y sus ramas estaban invadiendo la ventana del vecino del 301. En lugar de esperar una queja, fue a la puerta del vecino.
“Amigo, he visto que mis ramas te están molestando. Voy a llamar a alguien para que las pode este fin de semana. ¿Hay algún horario que te venga mejor?”.
El vecino, sorprendido por la amabilidad, sonrió.
“Para nada, Davi. No te preocupes. Pero ya que sacas el tema, el sábado por la tarde sería genial”.
No hubo pelea, no hubo confusión sin motivo, solo respeto.
El clímax silencioso de la vida de los dos vecinos llegó durante una crisis. Una fuerte granizada azotó la ciudad, rompiendo ventanas y dañando tejados. El coche de Ricardo, aparcado en la calle, terminó con el parabrisas destrozado. Desesperado, llamó a su seguro, solo para escuchar que la demanda era enorme y que una grúa tardaría horas, quizás días.
Mientras miraba desolado el coche, vio a Davi acercándose con una lona de plástico gruesa en las manos.
“Ricardo, vi lo que pasó”, dijo Davi, sin ningún tono de acusación. “Esto no lo va a resolver, pero al menos protege el interior del coche de la lluvia hasta que llegue la asistencia”.
Ricardo se quedó sin palabras. Él, que nunca ofrecía nada, que planeaba el mal contra sus vecinos, que escondía soluciones, estaba ahora recibiendo ayuda del hombre que consideraba un tonto.
“Yo… no sé cómo agradecértelo, Davi”, balbuceó.
Davi sonrió, una sonrisa genuina. “No hace falta. Somos vecinos. Nos ayudamos”. Y con esa simple frase, no solo cubrió el coche de Ricardo; cubrió su vergüenza y le enseñó, sin una sola palabra de sermón, sobre el poder de la generosidad, de la lealtad y de la paz. Ese día, Ricardo comenzó a entender que la verdadera seguridad no estaba en cerrar las puertas con llave, sino en saber que, en una tormenta, habría alguien dispuesto a abrirlas para ti.
(Hecho con IA)
Este cuento es parte de mi libro Sabiduría Diaria
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