miércoles, 5 de noviembre de 2025

La Firma en las Estrellas

Con sabiduría afirmó el Señor la tierra, con inteligencia estableció los cielos. Por su conocimiento se separaron las aguas y las nubes dejaron caer su rocío. Proverbios 3:19-20

La Dra. Helena Neves vivía con los ojos puestos en los cielos. Como astrofísica, su trabajo era descifrar los secretos del cosmos. En su laboratorio, rodeada de telescopios de última generación y pantallas que exhibían galaxias distantes, buscaba la gran Teoría del Todo: una única y elegante ecuación que explicara el universo.

Para ella, el universo era un mecanismo de precisión impresionante, pero accidental. Una consecuencia de leyes físicas y azar cósmico. La idea de un “Fundador”, de una “Sabiduría” detrás de todo, era, para ella, una hipótesis poética que la ciencia ya había superado. Buscaba la inteligencia que preparó los cielos, pero creía que esa inteligencia era el propio conjunto de leyes matemáticas, no una Mente detrás de ellas.

Su padre, un botánico jubilado que vivía en el campo, representaba lo opuesto a su visión del mundo. Él encontraba lo divino no en cuásares distantes, sino en el rocío que se formaba sobre el pétalo de una rosa al amanecer.

“Buscas una firma grandiosa en las estrellas, hija mía”, le dijo en una de sus raras visitas. “Pero el Artista firma Su obra en todas partes, desde los abismos del océano hasta el ciclo de la lluvia”.

Helena sonreía con afecto, pero con un toque de condescendencia. Era la visión simple de un hombre que estudiaba plantas, no la compleja búsqueda de quien estudiaba el origen del tiempo y del espacio.

La crisis de Helena no fue causada por un agujero negro, sino por un pequeño trozo de papel. Un análisis médico. El diagnóstico era incierto, una anomalía en sus células que los médicos no lograban clasificar. De repente, la mujer que mapeaba el universo se vio perdida dentro del territorio desconocido de su propio cuerpo.

La incertidumbre la carcomía. La precisión matemática que regía su vida profesional no le ofrecía consuelo. Por primera vez, la vastedad del universo no le parecía magnífica, sino aterradoramente fría e indiferente.

Un fin de semana, buscando refugio, volvió a casa de su padre. Se sentía exhausta, frágil. A la mañana siguiente, antes de que saliera el sol, su padre la despertó.

“Ven a ver algo”, dijo, con la emoción de un niño.

La llevó a su jardín. La hierba estaba cubierta por un velo plateado de rocío. Cada hoja, cada telaraña, estaba adornada con minúsculas gotas de agua que brillaban como diamantes bajo la primera luz.

“Mira, Helena”, dijo el padre, con voz baja. “Las nubes han destilado el rocío. Un proceso que puedes explicar con la física de la condensación. Pero yo lo veo como un regalo. Una prueba de que, incluso después de la noche más oscura, la mañana siempre llega con refrigerio. Es el conocimiento de Dios en acción, cuidando de las cosas pequeñas”.

Helena miró aquella belleza silenciosa. Ella, que pasaba las noches escudriñando la violencia de estrellas colapsando a miles de millones de años luz de distancia, nunca se había detenido a ver realmente la maravilla delicada que ocurría en su propio patio.

“El mismo Dios”, continuó su padre, “cuya sabiduría fundó la tierra y estableció las leyes que tanto estudias, es el mismo cuyo conocimiento garantiza que el rocío se forme. Su firma no está solo en el tamaño, sino también en el detalle. En la precisión de una órbita galáctica y en la perfección de una gota de agua”.

En ese momento, en medio de la sencillez del jardín, la búsqueda de Helena cambió. Se dio cuenta de que había pasado toda la vida leyendo un libro magnífico, maravillada con la complejidad de la gramática y la estructura de las frases, pero negándose a admitir que había un Autor.

El viaje de su enfermedad sería largo, pero ya no estaba sola en la inmensidad fría del cosmos. Comenzó a ver la misma Mano que estableció los cielos cuidando de las minucias de su vida. La sabiduría no era una ecuación por descubrir, sino un Artista por conocer. Y Su firma, finalmente entendió, estaba en todo, desde la majestad de las estrellas hasta la promesa silenciosa del rocío de la mañana.

(Hecho con IA)

Este cuento es parte de mi libro Sabiduría Diaria

https://books2read.com/u/bpPxxE

lunes, 3 de noviembre de 2025

La amenaza de Senaquerib

En el reinado de Ezequías, el pueblo de Judá fue desafiado,

El rey asirio Senaquerib vino a enfrentarlo.

Él dijo que el pueblo no se iba a salvar,

Y a los reyes de Asiria, nadie podría enfrentar.

 

El rey dijo que, en Ezequías, ellos no podrían confiar,

Dijo que su dedicación a Dios no iba a funcionar.

Pues los dioses de todos los pueblos fueron derrumbados,

Y el pueblo y el Dios de Israel serían desolados.

 

Los enviados del rey fueron al profeta Isaías,

Ellos pidieron que Dios ayudara al pueblo y a Ezequías.

Ellos clamaron para Dios salvarlos,

Y que Dios entrase en la batalla para ayudarlos.

 

Ezequías confió plenamente en el Señor,

De las misericordias de Dios, el pueblo no dudó.

Ellos sabían que el Señor era más grande que todo,

Dios podría derrumbar a cualquier reino del mundo.

 

Contra el ejército asirio, el ángel de Dios fue enviado,

Todo aquel ejército fue completamente exterminado.

Senaquerib regresó a su tierra y fue asesinado,

Debido a su provocación a Dios, él fue condenado.


Este poema es parte del libro Poesía Cristiana volumen V.

Vea el libro:

https://books2read.com/u/4NDwz9

Presentación

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Dios bendiga a todos. He creado este blog con la intención de publicar mis poemas inspirados por Dios a través de su Espíritu Santo, que act...