En el reinado de Ezequías, el pueblo de Judá fue desafiado,
El rey asirio Senaquerib vino a enfrentarlo.
Él dijo que el pueblo no se iba a salvar,
Y a los reyes de Asiria, nadie podría enfrentar.
El rey dijo que, en Ezequías, ellos no podrían confiar,
Dijo que su dedicación a Dios no iba a funcionar.
Pues los dioses de todos los pueblos fueron derrumbados,
Y el pueblo y el Dios de Israel serían desolados.
Los enviados del rey fueron al profeta Isaías,
Ellos pidieron que Dios ayudara al pueblo y a Ezequías.
Ellos clamaron para Dios salvarlos,
Y que Dios entrase en la batalla para ayudarlos.
Ezequías confió plenamente en el Señor,
De las misericordias de Dios, el pueblo no dudó.
Ellos sabían que el Señor era más grande que todo,
Dios podría derrumbar a cualquier reino del mundo.
Contra el ejército asirio, el ángel de Dios fue enviado,
Todo aquel ejército fue completamente exterminado.
Senaquerib regresó a su tierra y fue asesinado,
Debido a su provocación a Dios, él fue condenado.
Este poema es parte del libro Poesía Cristiana volumen V.
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