Aquel parecía ser apenas más un día,
Un día como todos en su vida.
Aquel hombre fue llevado a su lugar,
Él siempre se quedaba allí para mendigar.
El pobre hombre había nacido lisiado,
No podía andar; era siempre cargado.
Él dependía de todos para todo,
Era libre, pero estaba arrestado en un triste mundo.
En un lugar especial, el hombre fue colocado,
En la puerta del templo, llamada Hermosa, fue dejado.
Él pensó que aquel sería un día normal,
Quedarse allí en el piso ya le parecía natural.
Él veía a toda la gente y les pedía limosna,
Quería solo una migaja para saciarlo en aquella hora.
En su vida no había esperanza ni perspectiva,
Él solo deseaba sobrevivir a aquel día.
Dos hombres pasaron por aquella puerta,
Él extendió su mano y les pidió su limosna.
En aquel momento, su vida empezó a cambiar,
Un poco de atención, él pudo ganar.
Los hombres pidieron para levantar su mirar,
Aquel rostro sufrido, ellos pudieron contemplar.
Alguna cosa, el hombre esperaba recibir,
Él ni siquiera imaginaba lo que estaba por venir.
Él no sabía quién los hombres representaban,
Él no tenía ni idea del poder que cargaban.
Pedro y Juan fueron dirigidos a estar en este sitio,
En aquella hora, iba a actuar la gloria de Cristo.
Pedro no tenía plata ni oro para dar,
Pero tenía a Jesucristo, un milagro se iba a realizar.
En nombre de Jesús, Pedro declaró:
‹‹Levántate y anda, pues el Señor te sanó.››
La cura ocurrió instantáneamente,
El cambio pasó inmediatamente.
Sus pies regresaron a su perfecto estado,
Él anduvo como si nunca hubiera sido lisiado.
Ahora, el hombre puede entrar en el templo del Señor,
Él saltó y alabó a Dios, su libertador.
Todo el pueblo vio y se quedó maravillado,
Ellos reconocieron que era el mismo lisiado.
La vida de aquel hombre nunca más fue igual,
Él había experimentado la cura sobrenatural.
El Señor devolvió su alegría y dignidad,
El Dios Todopoderoso dio su libertad.
Este poema es parte del libro Palabras de fe.
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