Una voz me llama para regresar,
Esa voz dice que voy a morar en otro lugar.
Un lugar muy diferente de todo aquí,
Un lugar donde el mal no va a alcanzarme.
La voz, mansamente, continúa llamándome,
Parece que en mi corazón está entrando, llenándome.
Una voz tan dulce que no puedo resistir,
Al oírla, pronto tuve ganas de seguir.
Fui siguiendo para ver a dónde me iba a llevar,
Me condujo a un lugar diferente, el altar.
Y allí, la voz habló mucho más conmigo,
Diciendo que, para avanzar, necesitaba de Cristo.
Me decía que solo Jesús me podría llevar,
Solo con Él iría a mi verdadero hogar.
Fuera de él, no había ninguna posibilidad,
Fuera de Jesucristo no había verdad.
Todas estas palabras se grabaron en mi corazón,
Acepté a Jesucristo para mi salvación.
A partir de aquel día, Él me habló más a mí,
Diciendo que debía seguirlo y esperar por el fin.
Esa realidad pasó a formar parte de mi vida,
Sigo mi camino con Jesús todos los días.
Esperando el día en que con Él estaré,
Esperando el día en que con Él moraré.
Este poema es parte del libro Poesía Cristiana volumen VII.
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