El hombre siempre quiso ser Dios,
Caminando en un camino solo suyo.
No dando atención al Señor,
De su historia, él es el propio autor.
El hombre se olvidó de la voluntad de Dios,
No espera lo que el Señor prometió.
Él cree que su camino es agradable,
Pero delante de Dios es un camino reprochable.
El hombre queda ciego en su sabiduría,
La voz de Dios no importa en su vida.
Él sigue solo lo que puede hacer,
Atribuyendo a sí mismo algún poder.
Pobre es el hombre que hace todo eso,
Él está yendo hacia un gran abismo.
Es el abismo que lleva a la muerte,
Él no percibe, pues cree que tiene suerte.
La única suerte del hombre es seguir Cristo,
Solo Él sabe cuál es el mejor destino.
En Dios, el hombre debe siempre confiar,
Con prudencia, Dios siempre va a guiar.
Por caminos buenos, Él va a llevar.
Este poema es parte del libro Poesía Cristiana volumen IV.
Vea el libro:
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