Después de tener un tiempo de tranquilidad,
El pueblo de Israel fue a practicar la iniquidad.
Andando por caminos que Dios no enseñó,
Yendo tras dioses extraños, el pueblo se desvió.
Contra ellos, la ira del Señor se encendió,
Quitando de ellos la protección que Él dio.
Por otros pueblos, ellos fueron esclavizados,
Por muchas naciones, ellos fueron maltratados.
Este fue el castigo por la desobediencia,
Aquel pueblo no actuaba con decencia.
Hacían lo que era malo a los ojos del Señor,
Prostituyéndose con dioses sin valor.
Mucho tiempo, aquel pueblo sufrió,
Con gran dificultad, sobrevivió.
Cuando ya estaban muy abatidos y cansados,
Clamaron a Dios para que pudiera liberarlos.
El Señor oyó el clamor de su pueblo,
Constituyó jueces para liberarlos de nuevo.
Gente honrada juzgaba a todo el Israel,
Siempre atentos al mensaje del cielo.
Hacían conforme el Señor mandaba,
La mano del Señor, con el pueblo, estaba.
El pueblo de Israel logró su liberación,
En la seguridad de Dios, era su habitación.
Pero cuando uno de los jueces moría,
El pueblo de Israel nuevamente se prostituía.
De todo lo que el Señor hizo, ellos se olvidaban,
A los ídolos, más una vez, ellos regresaban.
Israel era nuevamente oprimido,
Lloraban para Dios liberarlos de aquello.
El Señor nuevamente les atendía,
Otro juez para salvarlos, Dios constituía.
Mientras en juez estaba vivo, ellos obedecían,
Cuando él moría, nuevamente se prostituían.
Ellos no tenían fidelidad al Señor,
Así mismo, el Señor siempre les liberó.
Este poema es parte del libro Poesía Cristiana volumen III.