Yo soy un pobre pecador.
De sus gracias, no soy merecedor.
Muchos errores y transgresiones, yo cometí.
No soy digno de tu afecto sentir.
Así mismo, el Señor me amó,
Librándome de un destino terrible.
El Señor vino a mí y se presentó.
Tu palabra, mi vida cambió.
El Señor es un Dios maravilloso,
Libró mi espíritu de un fin doloroso.
Tu mano me vino a buscar,
Y hacia la salvación, me va a llevar.
¡Solamente el Señor es Dios!
Tu benignidad perdura para siempre.
El Señor es tan bueno,
Que hasta el pobre pecador pudo amar.
Y a la salvación eterna, lo va a llevar.
Este poema es parte del libro Poesía Cristiana volumen I.
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