La sabiduría te librará del camino de los malvados de los que dicen palabras perversas … de los que andan por caminos torcidos y por sendas extraviadas. Proverbios 2:12,15
El primer video de Lucas que se hizo viral fue un accidente. Hizo un análisis sincero y humorístico sobre una película de superhéroes y se despertó con cincuenta mil nuevas visualizaciones. La dopamina del reconocimiento fue instantánea y adictiva. En poco tiempo, su canal, “Hablando Claro”, se convirtió en su principal ocupación. Era un joven que amaba la cultura pop, pero también valoraba la bondad, la esperanza y un debate honesto.
Su camino comenzó a cambiar el día que fue invitado a una colaboración en el pódcast “Deconstruye”, presentado por Kael, un influencer famoso por su humor ácido y su desprecio por todo lo que se consideraba “tradicional”. Kael era el rey de la polémica, un maestro en decir cosas perversas con una sonrisa encantadora.
“Lucas, querido, tienes talento. Pero eres… demasiado bueno”, dijo Kael, entre bastidores. “Nadie quiere ver honestidad. Eso no vende. La gente quiere ver el circo arder. Quieren que destruyas, que ridiculices. Ahí es donde está el engagement”.
Kael y su círculo eran la personificación del proverbio. Habían dejado los caminos de la honestidad intelectual para andar por las tinieblas del cinismo. Para ellos, no había verdad, solo narrativas. No había belleza, solo algo de lo que burlarse. Sus caminos eran torcidos, y se regocijaban en practicar el mal, encontrando placer en la perversidad de sus palabras.
Seducido por la promesa de más seguidores y contratos publicitarios, Lucas comenzó a cambiar. Poco a poco, “Hablando Claro” se convirtió en “Hablando Torcido”. Empezó a hacer videos atacando a otros creadores, usando la ironía como arma. Pasó a ridiculizar películas que promovían valores que antes defendía, llamándolas “ingenuas” y “problemáticas”. Se convirtió en un eco de Kael.
El crecimiento fue exponencial. Los números subían, los contratos aparecían. Se mudó a un apartamento de lujo, comenzó a frecuentar fiestas exclusivas, se convirtió en parte del círculo íntimo de Kael. Pero, lejos de las cámaras, algo moría dentro de él.
Las conversaciones con su familia se convirtieron en campos minados.
“Hijo, ese video fue cruel”, dijo su madre después de que él hubiera “deconstruido” el trabajo de una joven artista. “No fue eso lo que te enseñamos”.
“Mamá, no lo entiendes. Es el juego”, respondía él, impaciente.
Su novia, Ana, que lo amaba por su gentileza original, comenzó a distanciarse.
“Ya no te reconozco, Lucas. Te alegras de ser malicioso. Parece que has encontrado placer en… llevar la contraria”.
La frase de Ana lo atormentó. Se estaba, de hecho, convirtiendo en eso. Él y Kael pasaban horas riendo de sus propias “ocurrencias” venenosas, celebrando las “cancelaciones” que provocaban. Estaba en un camino sombrío, pero el brillo de los focos le impedía ver la oscuridad.
El punto de inflexión llegó de forma inesperada. La joven artista a la que había ridiculizado publicó un video en respuesta. No lo atacó. Con los ojos llorosos, simplemente explicó cuánto significaba su trabajo para ella, cómo era un homenaje a su abuela fallecida, y cómo la ola de odio que el video de Lucas generó la había llevado a una profunda depresión.
Viendo ese video, solo en su caro y vacío apartamento, Lucas sintió el peso de sus palabras perversas. Vio el daño real detrás de los números de engagement. Aquello no era un “juego”. Aquello era la vida de alguien.
Miró a su alrededor. La vida que había construido en los últimos meses parecía una farsa. Era un escenario montado sobre el dolor y la humillación de los demás. Recordó quién era antes de conocer a Kael: un joven que encontraba alegría en compartir lo que amaba, no en destruir lo que otros amaban.
Esa noche, hizo algo que no hacía desde hacía mucho tiempo. Oró. No pidió más éxito o seguidores. Pidió liberación. Liberación de sí mismo, del hombre en el que se había convertido.
Al día siguiente, publicó un nuevo video. Sin cortes, sin chistes, sin ironía. Solo él, mirando a la cámara, con el rostro abatido.
“Me equivoqué”, dijo él. “Me perdí en el camino. Dejé que la búsqueda de relevancia me llevara a un lugar oscuro y cruel. Quiero pedir perdón”.
Perdió miles de seguidores en esa hora. Kael y su círculo lo ridiculizaron públicamente, llamándolo débil e hipócrita. Pero, por primera vez en meses, Lucas sintió que estaba volviendo a la luz, al camino correcto. El camino de regreso era solitario y difícil, pero él sabía, con una certeza que no sentía desde hacía mucho, que era el único camino que valía la pena recorrer.
(Hecho con IA)
No hay comentarios:
Publicar un comentario