Una iglesia muy lujosa se puede frecuentar,
Todos sus grandes ornamentos son de admirar.
En ella se ve que hay una gran prosperidad,
Viendo esto, es preciso tener cuidado con la vanidad.
Con el lujo de la iglesia, la persona queda muy admirada,
Piensa que allí es una casa de oración más bendecida.
La persona ve que allí hay mucho lujo y riqueza,
Y luego imagina que todo es parte de la divina realeza.
Uno tiene aquella iglesia como un estándar,
Pensando que solo en el lujo Dios va a actuar.
Hay muchas personas que piensan de esta manera,
Pensando que el actuar depende del lujo de la iglesia.
La apariencia del templo no impide a Dios de actuar,
El actuar depende más de las personas que están allá.
Dios actúa conforme está cada alma y corazón,
Pues Él no mira el templo con la humana visión.
Dios ve lo que cada uno realmente está sintiendo,
No se fija en lo que están exhibiendo.
Por eso, iglesias lujosas y frías, es posible encontrar,
Se olvidaron de a quién realmente fueron a adorar.
Este poema es parte del libro Poesía Cristiana volumen VI.
Vea el libro:

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