jueves, 21 de noviembre de 2024

El viaje de Israel

Han sido cuarenta años de larga jornada,

Han sido muchos días sin estar en casa.

En el calor del desierto, el pueblo caminaba,

Y cerca de ellos, el Señor Dios siempre estaba.


Dios no permitió que ningún mal pasara,

Él hizo que, en las rocas, el agua brotara.

El alimento que necesitaban, siempre aparecía.

Ninguna necesidad, aquel pueblo tenía.


El Señor preservó hasta la ropa y el zapato,

Mismo con la larga jornada, nada fue desgastado.

Todo ocurriera de acuerdo con la voluntad del Señor,

Que a todos preservó, para dar la tierra que juró.


Moisés habló al pueblo sus últimas palabras,

Pidiendo que todos fueran obedientes,

Que no se desviaran del camino decente.

Obedeciendo solo al Señor su Dios,

Para que sean benditos como Él prometió.


Delante del pueblo, Moisés bendijo a Josué,

Haciéndolo el nuevo líder para seguir en la fe.

A las doce tribus, Moisés también bendijo,

Palabras de ánimo y bendiciones, él dijo.


Dios habló que Moisés no entraría en la tierra.

Él subió en el monte Nebo y vio todo el lugar,

La tierra que ha sido prometida para el pueblo habitar.

Ahí mismo el siervo del Señor murió.

Y nunca más hubo hombre que con Dios tanto habló.


El ánimo venido de Dios, Josué recibió,

La llegada en la tierra, el Señor prometió.

Todo el pueblo ha sido preparado para atravesar,

Cada tribu trató de lo que tenía que llevar.


El arca del pacto fue al frente del pueblo,

Los pies de los sacerdotes tocaron el Jordán,

Y haciendo una pared, las aguas se dividieron.

Todo el pueblo pasó por el río seco.

Una vez más, Dios estaba con ellos.


En el medio del Jordán, doce piedras fueron recogidas.

Para recordar al pueblo de esta gran maravilla.

El Señor Dios cumplió su promesa,

Dando al pueblo de Israel la prometida tierra.



Este poema es parte del libro Poesía Cristiana volumen III.

jueves, 14 de noviembre de 2024

Vida errada

Hoy, yo morí.

En el crimen, toda la vida, yo viví.

Otro camino, no conocí.

Nada de bueno, me enseñaron.

Cosas buenas, no me hablaron.


Respetar, yo no aprendí,

Peleé para las cosas conseguir.

Quedaba nervioso por nada,

Por tonterías, yo peleaba.


No tenía ningún miedo.

No tenía nadie cerca.

Solo me interesé en ganar.

No me gustaba compartir,

Pero me gustaba robar.


Así, mucho yo hacía,

Pues rico, yo parecía,

Tenía todo lo que quería,

Y nada me impedía.


Pero un día, algo ocurrió,

¡Disparé! Y alguien murió.

De eso, no me arrepentí,

Sentí ganas de repetir.


Fue genial ver el rostro con pavor,

Fue bueno oír el grito de dolor.

Eso me anestesiaba,

Y más me encorajaba.


El coraje no tiene límites,

Yo he cometido muchos crímenes.

Algunas personas, me intentaron cambiar,

Diciendo que cierto Jesús me podría salvar.

Yo pensé: ¿Salvarme de qué?

No tengo nada que perder.


Yo hice todo como quería,

No temía por mi vida.

Parecía estar en el mejor momento,

Mucho dinero y placer todo el tiempo.


Pero un día, todo tiene fin.

Y no fue diferente para mí.

Alguien me disparó,

Una bala en mi cuerpo se clavó.

Todo mi cuerpo se paralizó.


Todo empezó a oscurecer,

La luz, yo ya no podía ver.

Debía haber aceptado a Cristo.

Para no pasar eso.

Ahora, muerto estoy.

Y el diablo llévame, y para el infierno voy. 



Este poema es parte del libro Poesía Cristiana volumen II.


Vea el libro:

https://books2read.com/u/mVY5e6

jueves, 7 de noviembre de 2024

Alabar a Dios

Señor, es tan bueno, cantar alabanzas a Ti,

Ellas son la oración de mi alma.

Con alabanzas puedo declararte mi amor,

Y también meditar, tener paz y calma.


La alabanza es una pura oración,

Es una declaración de amor.

Es maravilloso, pues viene del corazón.

Haciéndome estar en espíritu de adoración.


Te adoro con mis labios,

Confieso a Ti toda mi gratitud.

Yo recuerdo todas tus bendiciones,

Me alegro al encontrar en Ti la compasión.


Solamente el verdadero Dios, siempre voy a alabar,

El Señor es digno de todo el honor y alabanza,

Pues primero, el Señor me amó,

Y de la muerte eterna, Él me salvó.


Estoy siempre alabando y esperando en Ti,

Espero el día el cual volverá para buscarme,

Para la vida de paz eterna me va a llevar,

Y en tu Santo templo, para siempre te voy a glorificar y alabar.



Este poema es parte del libro Poesía Cristiana volumen I.

Vea el libro:

https://books2read.com/u/3LdEKw