Todos los días, el sol nace y llena toda la Tierra con su
maravillosa luz.
Esta certeza nos hace sentir confortables y confiados.
Sabemos que habrá sol y un día iluminado. Todo pasará conforme lo planeado, más
un día como otro cualquiera.
Pero hay días que el sol se oculta. Densas nubes negras
cubren su luz. El cielo se queda oscuro, anunciando una tormenta. Sentimos
miedo e inseguridad, no sabemos lo que vendrá.
La tormenta cae impetuosa, todo se va al traste. Nada
queda donde estaba, la paz se convierte en caos.
Situaciones semejantes pasan en nuestras vidas. Todo está
funcionando perfectamente como habíamos soñado. Y, de repente, algo cambia,
caemos.
Pensamos que la tormenta no tendrá fin, que será eterna y
nunca se irá…
Pero como la tempestad se va y el sol brilla nuevamente,
nuestra vida también será restaurada. La tempestad que parecía ser el fin
traerá renuevo. Surgirán nuevas oportunidades, nuevos comienzos, todo será
nuevo.
Salmos 107:28-29
En su angustia clamaron al Señor, y él los sacó de su aflicción. Cambió la tempestad en suave brisa: se sosegaron las olas del mar.
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