A su lado, yo estaba siendo crucificado,
Yo era un criminal condenado.
Ninguna esperanza yo tenía,
Estaba seguro de que mi muerte vendría.
Para mí, nada iba a cambiar,
De la condenación, yo no iba a escapar.
Mi vida, ellos iban a cortar,
Yo creía que nadie me podría librar.
A mi lado, vi a un señor.
Algunos lo llamaban Salvador,
Y otros lo culpaban como malhechor.
Yo vi algo diferente en aquel hombre.
Mismo siendo crucificado,
No abandonaba su gran amor.
En ese hombre, yo me fijé,
Sentí que no era un hombre cualquier,
¡Él parecía ser un gran rey!
Yo dije: Señor, acuérdate de mí,
Cuando en tu reino entrar,
Y él dio la respuesta:
Conmigo, hoy en el paraíso, usted estará.
Mi esperanza reavivó,
Algo bueno, aquel hombre me prometió,
Él no tuvo ganas de condenarme,
Él prefirió perdonarme y salvarme.
Para la gloria de Cristo, yo iré,
Junto al gran Rey, yo estaré,
De mi vida, Él se agradó,
De todo el pecado, Él me perdonó,
A ti entrego mi espíritu, Señor.
Para la vida eterna contigo, yo voy.
Este poema es parte del libro Poesía Cristiana volumen II.
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