miércoles, 10 de septiembre de 2025

La Cosecha de la Tierra Firme

Así andarás por el camino de los buenos y seguirás la senda de los justos. Pues los íntegros habitarán en la tierra y los rectos permanecerán en ella. Pero los malvados serán desarraigados y los infieles expulsados de la tierra. Proverbios 2:20-22

Mateus y Vitor comenzaron en el mismo lugar: una pequeña oficina alquilada, dos escritorios de segunda mano y un sueño compartido de construir la mejor empresa de logística de la región. Eran amigos, talentosos y hambrientos de éxito. Pero sus brújulas morales apuntaban en direcciones opuestas.

Vitor era el maestro de los atajos.

“El mercado es una selva, Mateus. O comes, o te comen”, decía, mientras firmaba un contrato con un proveedor de dudosa calidad, pero que le ofrecía una generosa “comisión”. Pagaba sueldos por debajo del mercado, prometía plazos de entrega que sabía que eran imposibles de cumplir y consideraba los impuestos una “sugerencia” que debía sortearse creativamente.

Mateus, por otro lado, seguía un camino más lento y empinado. Se negaba a pagar sobornos, invertía en formación y equipos de seguridad para su personal, y se aseguraba de pagar cada céntimo de sus tributos.

“Estoy construyendo algo para que dure, no para hacerme rico de la noche a la mañana”, explicaba, mientras perdía otro cliente ante los precios imposiblemente bajos de Vitor.

En los primeros cinco años, el mundo parecía darle la razón a Vitor. Conducía un coche importado, compró un ático con vistas al mar y aparecía en las portadas de las revistas de negocios locales como el “empresario audaz” que había descifrado el código del éxito. Mateus, mientras tanto, seguía viviendo en la misma casa, conduciendo el mismo coche y reinvirtiendo cada ganancia en la mejora de su empresa. Para muchos, era visto como un ingenuo, un soñador que no entendía cómo funcionaba el “mundo real”.

La diferencia más flagrante estaba en la cultura de sus empresas. En “Vitor Log”, la rotación de personal era altísima. El ambiente era de desconfianza y miedo. Los conductores, presionados por plazos irreales, cometían infracciones y se veían envueltos en accidentes. Los clientes, atraídos por el bajo precio, pronto se frustraban con retrasos constantes y mercancías dañadas. La empresa de Vitor era un reluciente pero frágil castillo de naipes.

En “Logística Alianza”, de Mateus, la atmósfera era otra. Su equipo era leal. Conocía a cada empleado por su nombre, sabía de sus familias, de sus luchas. Sus clientes eran fieles, pues sabían que la palabra de Mateus era su garantía. Su empresa crecía lentamente, pero sus raíces se hundían en suelo firme: la tierra de la integridad.

La tormenta llegó en forma de una gran fiscalización federal, barriendo el sector del transporte en busca de fraudes y evasión fiscal. Fue seguida por una recesión que contrajo el mercado drásticamente.

El imperio de Vitor fue el primero en derrumbarse. Las multas de la fiscalización eran astronómicas. Con su reputación manchada, los clientes desaparecieron. Presionado, no pudo cumplir con los pagos a sus proveedores “socios”, y las prácticas deshonestas que antes lo beneficiaban ahora se volvían en su contra. En menos de seis meses, “Vitor Log” se declaró en quiebra. Vitor fue arrancado de la tierra que creía poseer, su nombre ahora era sinónimo de fraude.

“Logística Alianza” también sintió el golpe. Mateus tuvo que apretarse el cinturón, renegociar contratos y trabajar más duro que nunca. Pero algo extraordinario sucedió. Su equipo se unió a él, aceptando reducciones temporales de jornada para evitar despidos. Sus clientes más antiguos, valorando años de servicio confiable, no solo se quedaron, sino que lo recomendaron a otros. Su reputación de honestidad se convirtió en su activo más valioso en tiempos de desconfianza.

Un año después, el polvo se había asentado. El patio de la antigua empresa de Vitor estaba vacío, con un cartel de “Se Vende” descolorido por la lluvia. A pocos kilómetros de allí, el patio de Mateus estaba lleno de actividad. Había sobrevivido. Más que eso, estaba prosperando, ocupando el espacio dejado por aquellos que habían sido arrancados.

Cierta tarde, mirando sus camiones salir para otro día de trabajo, Mateus entendió. No era más rico en posesiones de lo que Vitor fue en su apogeo. Pero era rico en algo mucho más duradero. Había elegido el camino de los justos y, como promesa, permanecía. Había heredado la tierra. No un pedazo de suelo, sino la tierra firme de la paz, del respeto y de un legado construido para durar.

(Hecho con IA)

Este cuento es parte de mi libro Sabiduría Diaria

https://books2read.com/u/bpPxxE

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