El Señor desea sinceridad.
Él quiere que la gente hable la verdad.
Gente con la que Él pueda confiar.
Gente que no se va a quejar.
El Señor no se importa con su apariencia.
Dios desea un buen corazón.
No hay provecho estar siempre impecable,
Pero tratar a la gente de manera despreciable.
Él quiere que la gente practique el amor.
Que se unan a todos sin pudor.
Que grandes cosas puedan construir,
Y el mensaje de Jesús, puedan esparcir.
Dios quiere un adorador verdadero,
Que acepte ser una vasija para el alfarero.
Él quiere a alguien que esté dispuesto a cambiar,
Alguien en quien Él pueda trabajar.
Aquel que es trabajado por Dios, queda perfecto,
En su vida, la persona tiene un nuevo concepto.
Él empieza a ser un instrumento de Dios,
Cumpliendo la misión que el Señor le dio.
Este poema es parte del libro Poesía Cristiana volumen II.
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